jueves, 24 de diciembre de 2015

De un tiempo libre a esta parte (una adolescencia musical)

Ficha

De un tiempo libre a esta parte (una adolescencia musical) (2015)
Director: Beatriz Alonso Aranzábal
Reparto: Documental (Beatriz Alonso Aranzábal, Jesús Amodia, Marta Cervera, César Cortijo, Almudena de Maeztu, María José González “Yeye”, Lydia Iovane, Arturo Lanz, Amador Luque, Clara Morán, Juan Antonio Nieto, Rafa Notario, Joaquín Rodríguez, Julián Sanz, Almudena Villar)

Sinopsis


Al ritmo de 'Sé una chica de hoy' del grupo Paraíso se abre el documental 'De un tiempo libre a esta parte (una adolescencia musical)' (Beatriz Alonso Aranzábal, 2015), una visita emocionante al Madrid en plena efervescencia social y musical de finales de los 70 y primeros 80 desde la perspectiva de personas que vivieron ese momento, miembros de grupos míticos y rompedores, casi todos formaciones que no suelen ser las habituales que se recuerdan de la época, por desgracia. Un acercamiento sincero y real a aquellos días que difiere, para bien, de lo que se nos suele contar de esos años. Beatriz Alonso construye el discurso mostrando breves intervenciones de los entrevistados aunando las respuestas de manera temática realizando un recorrido que va tomando forma en el espectador según se va avanzando en el trayecto. Un poco a la manera del libro 'Por favor mátame: una historia oral del punk' (Please Kill Me: The Uncensored Oral History of Punk, 1997) de Legs McNeil y Gillian McCain, los protagonistas van detallando anécdotas, sentimientos, vivencias y recuerdos que irán formando un puzzle a cuya conclusión podremos tener una visión muy cercana y verídica de lo que esos años representaron en la historia musical de nuestro país.

Los primeros 40 minutos resultan apabullantes: un reflejo de aquella época desde la música de entonces como nunca se ha visto. Los entrevistados relatan los primeros conciertos a los que asistieron, destacando el mítico de los Ramones en 1980, el descubrimiento de la música, la adquisición de los primeros instrumentos para formar un grupo, los conciertos iniciales que a su vez comenzaron a dar con sus formaciones, cómo todo se hacía y se aprendía sobre la marcha, sin referentes anteriores a los que aferrarse y sin un futuro claro hacia el que encaminarse. La experiencia creativa sin más en una edad, la adolescente, por la que se camina sin red. Sin internet y su facilidad para acceder a la música que tenemos ahora, la radio era el principal medio de contacto con los nuevos sonidos que inundaban occidente. Y los fanzines, páginas fotocopiadas y grapadas donde sus autores expresaban y comunicaban sus gustos de una manera instantánea y de rápida difusión de ideas. O bien que algún amigo viajara a Londres y volviera con un ansiado cargamento de vinilos, porque de lo contrario la única forma de conseguir los discos que te gustaban era acudir a las tiendas de importación. Bastaba con ponerse un imperdible, una chapa o un corte de pelo para salirse de lo común («no había concepto de tribus urbanas» nos recuerda Arturo Lanz, miembro de Aviador Dro y después en los geniales Esplendor Geométrico), para destacar de la masa que suponía el horror para unos jóvenes que buscaban ser diferentes y únicos. Como se dice en más de una ocasión a lo largo del documental, todo lo lejos posible de esos concursos actuales donde los cantantes buscan precisamente lo contrario: ser todos iguales y convertirse rápidamente en productos comerciales.

España acababa de salir de una oscura dictadura y la transición dejó cierto vacío de poder en el cual se entremezclaban las continuas redadas y cacheos de la policía a todo aquel que llevara “pintas raras” con un período de explosión y libertad creativa comandada por “delincuentes juveniles muy leídos”, en palabras de Rafa Notario (miembro de Ángeles Caídos y después del grupo Lunes de Hierro). Ante el silencio de la industria discográfica, los jóvenes grupos optan por la autoedición de sus propios discos, no era extraño que se grabaran en un solo día, y con la apertura de la sala Rock-ola y la posibilidad de ver en directo a los grupos extranjeros más influyentes y extraños al tiempo enseña a las bandas locales a cuidar el sonido de sus propios conciertos. Así se va desgranando paulatinamente la historia, acompañando las voces de los entrevistados con las canciones de las bandas y con un material fotográfico espectacular, quizá lo más bonito de ver porque es lo que más nos traslada a ese pasado concreto, a esa adolescencia musical que se nos anunciaba en el título. Pero todo tiene un final, y asistimos entonces a las razones que quizá llevaron a que todo terminara. El cierre de Rock-ola, el accidente mortal de Eduardo Benavente (el vocalista del grupo Parálisis Permanente), el incendio de la sala Alcalá 20 o el nacimiento del término “movida” en un afán periodístico e institucional por encauzar aquel descontrol creativo. Los políticos entran en juego y con ellos llegan los artistas que quieren estar a la última, la alta burguesía que escucha trompetas y allá que acude en manada, la cultura del pelotazo y el dinero rápido que pone precio a los sueños. Los que rechazan la llamada del éxito y la fama quedan en el olvido. A nuestros protagonistas tampoco les importa demasiado: mejor abandonar antes que dejarse humillar, que ser devorados por las circunstancias. Era el fin de la adolescencia también: llega la edad adulta y con ella sus responsabilidades.

No hay falsas nostalgias ni mitificaciones vanas. Como expresa Joaquín Rodríguez, de Los Nikis, haciendo gala de un fantástico sentido del humor en cada una de sus intervenciones, pero también de una lucidez envidiable, los jóvenes de ahora dentro de 30 años también pensarán que su adolescencia fue la mejor época que pudo vivirse en España. Quizá todo no sea sino una cuestión de edad. Aunque fruto de la creatividad que demostraron es su presente, donde todos continúan con proyectos, actividades, inquietudes musicales y artísticas diversas que señalan que nada murió en el pasado. Beatriz Alonso deja desgranar estas ideas y muchas más en un documental de factura muy elegante, que transmite la efervescencia y la locura de una edad que no deja de ser la misma de quienes en algún momento han sentido y vivido la necesidad de expresarse, “el placer de la creación en un local de ensayo” (en palabras de la propia Beatriz, teclista de Los Monaguillosh además de directora del documental), que contagia su espíritu irreductible y que nos alienta a seguir en la lucha diaria con nuestras ilusiones intactas al desaliento. Lo concreto se convierte así en universal. Quizás no haya forma más hermosa de traer al presente estos jóvenes recuerdos.

[Fuente: José Luís Forte. Revista en elantepenultimomohicano.com]

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