Ficha
De un tiempo libre a esta parte (una adolescencia musical) (2015)
Director: Beatriz Alonso Aranzábal
Reparto: Documental (Beatriz Alonso Aranzábal, Jesús Amodia, Marta Cervera,
César Cortijo, Almudena de Maeztu, María José González “Yeye”, Lydia
Iovane, Arturo Lanz, Amador Luque, Clara Morán, Juan Antonio Nieto, Rafa
Notario, Joaquín Rodríguez, Julián Sanz, Almudena Villar)
Sinopsis
Al ritmo de 'Sé una chica de hoy' del grupo Paraíso se abre el
documental 'De un tiempo libre a esta parte (una adolescencia musical)'
(Beatriz Alonso Aranzábal, 2015), una visita emocionante al Madrid en
plena efervescencia social y musical de finales de los 70 y primeros 80
desde la perspectiva de personas que vivieron ese momento, miembros de
grupos míticos y rompedores, casi todos formaciones que no suelen ser
las habituales que se recuerdan de la época, por desgracia. Un
acercamiento sincero y real a aquellos días que difiere, para bien, de
lo que se nos suele contar de esos años. Beatriz Alonso construye el
discurso mostrando breves intervenciones de los entrevistados aunando
las respuestas de manera temática realizando un recorrido que va tomando
forma en el espectador según se va avanzando en el trayecto. Un poco a
la manera del libro 'Por favor mátame: una historia oral del punk'
(Please Kill Me: The Uncensored Oral History of Punk, 1997) de Legs
McNeil y Gillian McCain, los protagonistas van detallando anécdotas,
sentimientos, vivencias y recuerdos que irán formando un puzzle a cuya
conclusión podremos tener una visión muy cercana y verídica de lo que
esos años representaron en la historia musical de nuestro país.
Los primeros 40 minutos resultan apabullantes: un reflejo de aquella
época desde la música de entonces como nunca se ha visto. Los
entrevistados relatan los primeros conciertos a los que asistieron,
destacando el mítico de los Ramones en 1980, el descubrimiento de la
música, la adquisición de los primeros instrumentos para formar un
grupo, los conciertos iniciales que a su vez comenzaron a dar con sus
formaciones, cómo todo se hacía y se aprendía sobre la marcha, sin
referentes anteriores a los que aferrarse y sin un futuro claro hacia el
que encaminarse. La experiencia creativa sin más en una edad, la
adolescente, por la que se camina sin red. Sin internet y su facilidad
para acceder a la música que tenemos ahora, la radio era el principal
medio de contacto con los nuevos sonidos que inundaban occidente. Y los
fanzines, páginas fotocopiadas y grapadas donde sus autores expresaban y
comunicaban sus gustos de una manera instantánea y de rápida difusión
de ideas. O bien que algún amigo viajara a Londres y volviera con un
ansiado cargamento de vinilos, porque de lo contrario la única forma de
conseguir los discos que te gustaban era acudir a las tiendas de
importación. Bastaba con ponerse un imperdible, una chapa o un corte de
pelo para salirse de lo común (
«no había concepto de tribus urbanas»
nos recuerda Arturo Lanz, miembro de Aviador Dro y después en los
geniales Esplendor Geométrico), para destacar de la masa que suponía el
horror para unos jóvenes que buscaban ser diferentes y únicos. Como se
dice en más de una ocasión a lo largo del documental, todo lo lejos
posible de esos concursos actuales donde los cantantes buscan
precisamente lo contrario: ser todos iguales y convertirse rápidamente
en productos comerciales.
España acababa de salir de una oscura dictadura y la transición dejó
cierto vacío de poder en el cual se entremezclaban las continuas redadas
y cacheos de la policía a todo aquel que llevara
“pintas raras” con un período de explosión y libertad creativa comandada por
“delincuentes juveniles muy leídos”,
en palabras de Rafa Notario (miembro de Ángeles Caídos y después del
grupo Lunes de Hierro). Ante el silencio de la industria discográfica,
los jóvenes grupos optan por la autoedición de sus propios discos, no
era extraño que se grabaran en un solo día, y con la apertura de la sala
Rock-ola y la posibilidad de ver en directo a los grupos extranjeros
más influyentes y extraños al tiempo enseña a las bandas locales a
cuidar el sonido de sus propios conciertos. Así se va desgranando
paulatinamente la historia, acompañando las voces de los entrevistados
con las canciones de las bandas y con un material fotográfico
espectacular, quizá lo más bonito de ver porque es lo que más nos
traslada a ese pasado concreto, a esa adolescencia musical que se nos
anunciaba en el título. Pero todo tiene un final, y asistimos entonces a
las razones que quizá llevaron a que todo terminara. El cierre de
Rock-ola, el accidente mortal de Eduardo Benavente (el vocalista del
grupo Parálisis Permanente), el incendio de la sala Alcalá 20 o el
nacimiento del término “movida” en un afán periodístico e institucional
por encauzar aquel descontrol creativo. Los políticos entran en juego y
con ellos llegan los artistas que quieren estar a la última, la alta
burguesía que escucha trompetas y allá que acude en manada, la cultura
del pelotazo y el dinero rápido que pone precio a los sueños. Los que
rechazan la llamada del éxito y la fama quedan en el olvido. A nuestros
protagonistas tampoco les importa demasiado: mejor abandonar antes que
dejarse humillar, que ser devorados por las circunstancias. Era el fin
de la adolescencia también: llega la edad adulta y con ella sus
responsabilidades.
No hay falsas nostalgias ni mitificaciones vanas. Como expresa Joaquín
Rodríguez, de Los Nikis, haciendo gala de un fantástico sentido del
humor en cada una de sus intervenciones, pero también de una lucidez
envidiable, los jóvenes de ahora dentro de 30 años también pensarán que
su adolescencia fue la mejor época que pudo vivirse en España. Quizá
todo no sea sino una cuestión de edad. Aunque fruto de la creatividad
que demostraron es su presente, donde todos continúan con proyectos,
actividades, inquietudes musicales y artísticas diversas que señalan que
nada murió en el pasado. Beatriz Alonso deja desgranar estas ideas y
muchas más en un documental de factura muy elegante, que transmite la
efervescencia y la locura de una edad que no deja de ser la misma de
quienes en algún momento han sentido y vivido la necesidad de
expresarse,
“el placer de la creación en un local de ensayo” (en
palabras de la propia Beatriz, teclista de Los Monaguillosh además de
directora del documental), que contagia su espíritu irreductible y que
nos alienta a seguir en la lucha diaria con nuestras ilusiones intactas
al desaliento. Lo concreto se convierte así en universal. Quizás no haya
forma más hermosa de traer al presente estos jóvenes recuerdos.
[Fuente: José Luís Forte. Revista en elantepenultimomohicano.com]